El Teatro Pavón-Kamikaze echó abajo definitivamente el telón el pasado 30 de enero: nos sentamos con Aitor Tejada, uno de sus responsables, para repasar con tristeza los motivos del cierre
A finales de 2020 nos llegó una noticia, otra más en este annus horribilis, que recibimos como una herida. Sí, el cierre del Teatro Pavón Kamikaze supone una herida de gravedad para el teatro. Y es que desde que la compañía Kamikaze lo adquiriera en 2016 (antes el Pavón sirvió como sede provisional para la Compañía Nacional de Teatro Clásico durante las obras de rehabilitación del Teatro de la Comedia), la programación ha decidido deliberadamente ser arriesgada. Miguel del Arco, Jordi Buxó, Israel Elejalde y Aitor Tejada han querido ir contracorriente y ofrecer un espacio independiente y alejado de la comercialidad en un recinto capital de Madrid. “El riesgo forma parte de esta profesión y desde el inicio anunciamos que queríamos arriesgar en nuestra programación y dar oportunidades a autores/as, directores/as que no tenían cabida en otros teatros”, nos cuenta Tejada. “Y el público ha respondido a descubrir esas nuevas propuestas… Hemos tenido siempre su apoyo y el de la prensa, desde que iniciamos este proyecto en agosto de 2016, y ha ido in crescendo hasta el anuncio del cierre. El último mes ha sido abrumador y muy emocionante por los mensajes y llamadas que hemos recibido, hasta de los comerciantes de la zona. En cuanto a las administraciones, hemos recibido llamada del Ministerio de Cultura para expresarnos su pésame. Las otras administraciones lo han manifestado a través de twitter, mail o whatsapp… en fin, ha sido una tristeza enorme echar el cierre porque creemos que el proyecto aún estaba vivo y somos conscientes de que hemos bajado el telón al proyecto profesional más importantes de nuestras vidas, al menos de momento. En cualquier caso, nosotros nos sentimos muy orgullosos de las apuestas que hemos hecho durante estos años, facilitando que los ‘nuevos’ dramaturgos dieran el salto de las salas off a los grandes teatros”.
Pero, y si el público responde, si va al teatro… ¿por qué parece que no es suficiente? ¿Es factible a día de hoy mantener una compañía y darle alojamiento en un teatro y sobrevivir? Para los responsables de la compañía Kamikaze no solo es necesario el apoyo de las instituciones, sino que se comprometan y se impliquen en los proyectos que financian. “Desde el principio sabíamos que este proyecto no era viable económicamente sin una implicación clara de las administraciones: es imposible mantenerse con una programación en la que algunos años hemos llegado a hacer seis producciones propias… Y sí, las administraciones nos han apoyado, hasta donde han considerado, con ayudas nominativas. Pero no les ha interesado nuestro proyecto o no hemos sabido transmitir la necesidad de un espacio así para la ciudad. Cuando llegamos, nuestra propuesta era crear una Fundación en la que participaran las tres administraciones, para que Madrid tuviera un espacio dedicado a las nuevas dramaturgias. Esto, lamentablemente, no se ha conseguido”. Pero la sensación de necesidad del espacio sí se consiguió, sí se atrajo a la gente y a la prensa especializada, a la crítica. La corta trayectoria del Pavón-Kamikaze puede resumirse en las palabras éxito y rotundo, con estrenos tan aplaudidos como Juicio a una zorra, con una deslumbrante Carmen Machi finalista al Max; Iphigenia en Vallecas, con María Hervás, que recibió el Max a mejor actriz; la Yerma de Marc Chornet o la incontestable Jauría de Jordi Casanovas, gran triunfadora en los últimos Premios Max. Pese a todo y como ellos mismos reconocen, “los premios siempre son subjetivos. Sirven para que se hable de ti un rato y ver que alguien considera que el camino elegido no está equivocado. Son también un reconocimiento a los diferentes profesionales que forman un equipo, pero poco más. Cada nueva propuesta o espectáculo es como si empezaras de nuevo”. Al final lo importante es contar con políticas que protejan este tipo de espacios más independientes y que interpreten la cultura que de ellos se deriva como una necesidad para los ciudadanos. “El teatro tiene problemas desde que el mundo es mundo, pero creemos que el más gordo son los responsables de las políticas culturales. Son cortoplacistas, con la vista puesta únicamente en las próximas elecciones. Así no se construye nada si cada cuatro años se echa por tierra lo que han hecho otros. Lo que creo que el teatro necesita es que los políticos vean a la cultura como un bien necesario. Hasta entonces, todo serán parches para apagar fuegos puntuales, pero sin ningún interés en crear una verdadera industria cultural”. Y ahí es donde queremos dirigirnos, a una industria sólida que permita a los creadores desarrollarse con libertad y a los espectadores disfrutar del mismo modo. El propio Kamikaze nos puede servir como ejemplo de imposibilidad, pero es mejor ver que, al menos durante un tiempo, lo consiguió: demostró que, pese a todo, no es imposible. “Lo que en 2016 parecía una locura, que una compañía gestionara un teatro grande en Madrid, se ha visto que es posible, aunque económicamente sea deficitario… así que esperamos que lleguen otros con nuevas energías y nuevas cosas que aportar”.
Quizá ahora no sea el mejor momento. La pandemia es, en el fondo y pese a los problemas financieros, la responsable última del cierre del Kamikaze, como lo es del cierre de otros muchos espacios y compañías. Lo que nos queda es aguantar el envite y luchar por estar mejor protegidos. Pero sin dejar de mirar hacia delante. “Yo este año lo veo ya perdido en cuanto a enfrentarse a nuevas producciones. Pocas empresas se pueden arriesgar a producir espectáculos sin saber si se van a poder exhibir debido a los cierres de teatros, cambios de horarios, confinamientos perimetrales… Ojalá 2022 traiga algo más de seguridad. Ahora mismo nuestros planes son seguir con los espectáculos que tenemos en gira y descansar una temporada para reflexionar sobre lo que hemos vivido estos años. Después… ya veremos si surgen nuevas aventuras que nos emocionen”. Esperemos que nos sigan emocionando.
Vía: Premios Max